viernes, 25 de febrero de 2011

"MIS POETAS FAVORITOS", Juana de Ibarbourou.

Juana Fernández Morales, conocida popularmente como Juana de Ibarbourou,  (Melo, 8 de marzo de 1892 - Montevideo, 15 de julio de 1979), fue una poetisa uruguaya. Nació en 1892, aunque ella proclamaba haber nacido en 1895. Su nombre era Juana Fernández Morales, pero se hizo conocida como Juana de Ibarbourou, tomando el apellido de su marido, el capitán Lucas Ibarbourou, con quien se casó a los veinte años. Su padre era español, gallego, nacido en Lorenzana (Lugo) —cuya biblioteca municipal lleva el nombre de la poetisa— y su madre pertenecía a una de las familias españolas más antiguas del Uruguay.

Escribió varios libros de poesía: Las lenguas de diamante (1919), Raíz salvaje (1922), La rosa de los vientos (1930), Perdida (1950), Azor (1953), Paula & Ivan, (un amor imposible), (editada en 2010), Mensaje del escriba (1953), Romances del Destino (1955), Angor Dei (1967), Elegía (1968), Obra completa (Acervo del Estado) (1992, cinco volúmenes al cuidado de Jorge Arbeleche, Obras escogidas. (Selección, prólogo y notas a cargo de Sylvia Puentes de Oyenard. Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, 1999).

También cultivo la prosa con obras como: Cántaro fresco (1920), Epistolario (1927), Ejemplario (1928, libro de lectura para niños), Loores de Nuestra Señora (1934, comentario a los nombres de la Virgen María), Estampas de la Biblia (1934), Chico Carlo (1944, cuentos autobiográficos sobre su infancia), Los sueños de Natacha (1945, teatro infantil sobre temas clásicos), Canto Rodado (1958), Juan Soldado (1971, colección de dieciocho relatos)

Su producción estuvo muy marcada por el modernismo, que expresó con abundancia de imágenes sensoriales y cromáticas, alusiones bíblicas y míticas, aunque siempre con un acento singular.

Su temática tiende a la exaltación sentimental de la entrega amorosa, de la maternidad, de la belleza física y de la naturaleza. Imprimió a sus poemas un erotismo que constituye una de las vertientes capitales de su producción. En 1929 fue proclamada "Juana de América" en el Palacio Legislativo del Uruguay, ceremonia que presidió el poeta "oficial" uruguayo, J. Zorrilla de San Martín, y que contó con la participación del ensayista mexicano Alfonso Reyes.

Poco a poco su poesía se fue despojando del ropaje modernista para ganar en efusión y sinceridad. En La rosa de los vientos (1930) se adentró en el vanguardismo, rozando incluso las imágenes surrealistas. Con Estampas de la Biblia, Loores de Nuestra Señora e Invocación a san Isidro, todos de 1934, iniciará en cambio un camino hacia la poesía mística.

Ocupó la presidencia de la Sociedad Uruguaya de Escritores en 1950. Cinco años más tarde su obra fue premiada en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, y en 1959 se le concedió el Gran Premio Nacional de Literatura, otorgado ese año por primera vez.